Si bien, el ingreso y
egreso a las escuelas médicas no ofrece en la
actualidad obstáculos a las mujeres por su condición
de tales, continúa habiéndolos para el ejercicio de
cargos de gestión. ¿Qué decir, entonces, de los
impedimentos que debieron superar para acceder,
permanecer, graduarse y ejercer la profesión en el
decurso del tiempo en general y hasta hoy a
determinados respectos en particular?1.
A diferencia del teatro y de la literatura, el cine
no parece haber incursionado debida y
suficientemente en la discriminación por género
dentro de la Medicina. Desde tal perspectiva, el
presente trabajo aborda la azarosa vida de Enriqueta
Faver, quien debió estudiar, practicar y sobrellevar
la Medicina vestida de hombre, y rescata su acotada
repercusión actual en la cinematografía.
Una vida singular
Henriette Faver Caven
(Enrique o Enriqueta Faber, Faver o Favez) nació en
Place de la Riponne, Lausana (Suiza) en 1791 (otros
documentos cantonales sitúan su nacimiento en Bavois
durante 1786). Huérfana desde muy temprana edad,
quedó bajo la custodia de un tío que era, a la
sazón, coronel de un Regimiento suizo bajo órdenes
francesas en época de la Revolución. Como desde
joven, a juicio de su tío, no mostraba inclinaciones
por las costumbres femeninas de entonces, procuró
casarla a fin de enmarcarla en el rol asignado por
las usanzas vigentes2,3.
Obedeciendo el mandato
familiar, contrajo matrimonio con un militar, Jean
Baptiste Renau, con quien tuvo una hija que
fallecería a los 8 días de nacer. Su marido y su tío
murieron durante la guerra napoleónica con Alemania.
Viuda y con 18 años, decidida a ganarse la vida por
su propio esfuerzo y convencida de que, como mujer,
sólo tenía la opción matrimonial o la de la
prostitución, se vistió de hombre, estudió Medicina
en París bajo el nombre de Henri Faver (existen
citas con el apellido Fuenmayor) y logró el título
de médico cirujano2,3.
En 1812, comenzó a trabajar como médico militar
bajo
las órdenes del famoso
cirujano Dominique-Jean Larrey en la campaña de la
Gran Armada de Napoleón en Rusia, durante la que se
enamoró
perdidamente de un
apuesto oficial del noveno de Húsares. Su
existencia, empero, cambió en 1813 cuando fue hecha
prisionera por las tropas del Duque de Wellington
que derrotaron a José Napoleón en la batalla de
Vitoria (España), contienda que forzó
al Corso a devolver la corona a
Fernando VII.
En tal calidad,
sirvió como médico en el hospital de Miranda del
Ebro y tras la paz de 1814, ya “liberado”, decidió
establecerse en el Caribe. Así, viajó a París y de
allí a Guadalupe (Antilla Francesa) para finalmente
recalar en Cuba2,3.
El 19 de enero de 1819
llegó a Santiago de Cuba, a bordo del velero La
Helvecia. Fue descrita como un hombre joven, de
finos y delicados modales, cuyas señas personales
eran: estatura cuatro pies y diez pulgadas, color
blanco, ojos azules, frente chica, cabellos y cejas
rubias, nariz abultada, boca chica, barbilampiño,
con señales de viruela, 25 años de edad y de
religión católica, apostólica y romana2,3.
A fin de resolver su situación en la isla y de poder
ejercer la Medicina, se trasladó a La Habana.
Mezclado con la multitud, en el marco de disturbios
políticos existentes en la capital insular donde
pueblo y tropa obligaban a jurar la Constitución del
año 12, penetró en Palacio y solicitó permiso para
ejercer su profesión con el nombre de Enrique Faver.
Tras la pertinente evaluación, fue autorizada para
ejercer en todo el territorio cubano y nombrada
fiscal del Tribunal del Protomedicato en Baracoa,
situada en el extremo oriental de la isla2,3.
Durante su establecimiento en esa localidad, fue
llamada a asistir de caridad a una joven huérfana
tísica: Juana de León, que vivía miserablemente en
un bohío, amparada por una lavandera. Ganada por la
compasión frente al desamparo de la infeliz mujer le
propuso matrimonio formal aunque no real con la
finalidad de que prolongue su vida y de que le sirva
de compañía de consuelo y hasta estímulo para luchar
con la sociedad. Ante la negativa de Juana le
hizo esta confidencia: Mi vida se funda en un
terrible secreto que en estos momentos no puedo
revelar, quizás lo haga más tarde, pero al presente
es imposible. Si usted se casara de verdad, como las
demás mujeres, muy pronto sucumbiría. Mi
temperamento frío como el mármol, no necesita de las
fuertes impresiones del amor material. Le
explicó, además, que de puertas afuera serían
esposos pero en la intimidad matrimonial sólo dos
amigos y le ofreció, a la par, convertirse al
cristianismo para poder celebrar el matrimonio,
hacerla feliz y buscar la paz para su alma2,3.
El 11 de agosto de
1819 contrajo matrimonio en la iglesia Parroquial de
Nuestra Señora de Baracoa. Los primeros meses
matrimoniales transcurrieron felices para ambos
cónyuges. No obstante, Juana, convaleciente ya de su
padecimiento, no se conformaba con su pasivo papel
de amiga y ante las esquiveces de su marido no sólo
se volvió cavilosa y sombría sino que comenzó a
sospechar acerca de su verdadera identidad. En esta
situación, fue confortada y aconsejada por el
licenciado José Ángel Garrido, padrino de la boda2,3.
En esos días,
Enriqueta Faber recibió desde La Habana una
notificación por la que se le prohibía el ejercicio
de su profesión mientras no tuviese autorización
oficial pues se rumoreaba que su título era falso y
que pertenecía a un pariente fallecido en las
batallas napoleónicas. Viajó entonces a la capital
prometiéndole a Juana que, al regreso, le revelaría
su secreto2,3.
Recibidos los
documentos y el aval para ejercer la Medicina aunque
abrumada por su situación, visitó al Obispo
capitalino, Don Juan José Díaz Espada y Landa, al
que le confesó abiertamente sus tribulaciones. Éste
habló sobre la gravedad del asunto y le recomendó
que, para recibir la absolución de Dios, regresara
de inmediato a Baracoa, se sincerara ante Juana,
quien debía presentarle querella ante los
tribunales, y una vez cumplida la sentencia impuesta
dedicara su vida a asistir enfermos vistiendo el
hábito de Hermana de la Caridad2,3.
De regreso en Baracoa,
y si bien en principio Enriqueta no cumplió con el
mandato episcopal por valorarlo cruel e implacable,
terminó por confesar a Juana toda la verdad. Aunque acordaron continuar viviendo juntas y en paz, como
hermanas, la situación se tornó insostenible y la
separación, insoslayable. Marchó, entonces, al
pueblo de Tiguabos (también en el oriente cubano),
donde a los rumores sobre su condición de mujer se
sumaron otros acerca de su lesbianismo. Allí se
reunió con gente ramplona y pendenciera con la que
sostuvo frecuentes disputas. Un día, en el pueblo
del Caney, después de abundantes libaciones
alcohólicas, la desnudaron y comprobaron su sexo.
Ella amenazó de muerte a uno de los que, no conforme
con ello, había querido ultrajarla2,3.
En enero de 1823, Juana de León le presentó querella
criminal mediante poder conferido al licenciado
Garrido solicitando la nulidad matrimonial.
Enriqueta fue apresada en febrero y el 17 de ese mes
se abrió un expediente judicial con el título de
Criminales contra Enriqueta Fabez (no, Faber)
por haber andado disfrazada en traje de
hombre (hoy, depositado en el Archivo Nacional
de Cuba), ordenándose
que se prestase
juramento sobre el sexo e impotencia física del que
se nombra Enrique Fabez disponiendo con su mérito
que se conduzca esa criatura a esta ciudad y a
presencia del tribunal sea reconocida por dos
facultativos que al efecto lo haga despropiarse de
los vestidos y que cuando se le desvista para
deducir lo demás se convenga previa la seguridad con
que debe mantenerse en la cárcel pública, hasta que
otra cosa se determine conforme a justicia que pido
en costos jurando no proceder con malicia y cuando
fuera necesario2,3.
A pesar de que ella trató de impedir el examen
confesando su verdadero sexo, éste se realizó. Más
aún, estando encarcelada trató de envenenarse por
haber escuchado que se le iba a pasear desnuda por
las calles2,3.
En junio de ese año,
un tribunal de Santiago de Cuba dictó sentencia,
condenándola a reclusión por 10 años en la Casa de
Corrigendas de La Habana, bajo vigilancia especial
de las autoridades y a permanecer recluida hasta que
fuera remitida a cualquier punto extranjero, tras
haberlos cumplido2,3.
Esta sentencia fue
apelada ante la Audiencia de Puerto Príncipe por su
defensor: el licenciado Manuel Vidaurre. De su
brillante informe se resaltan los párrafos que
siguen: Ella no es una criminal. La sociedad es
más culpable que ella, desde el momento en que ha
negado a las mujeres los derechos civiles y
políticos, convirtiéndolas en muebles para los
placeres de los hombres. Mi patrocinada obró
cuerdamente al vestirse con el traje masculino, no
solo porque las leyes no lo prohíben, sino porque
pareciendo hombre podía estudiar, trabajar y tener
libertad de acción, en todos los sentidos, para la
ejecución de las buenas obras. Qué criminal es ésta
que ama y respeta a sus padres,
que sigue a su marido por entre los cañonazos de las
grandes batallas, que cura a los heridos, recoge y
educa a los
negros desamparados y se casa nada más que
para darle sosiego a una infeliz huérfana enferma?.
Ella, aunque mujer no quería aspirar al triste y
cómodo recurso de la prostitución... En este
momento el fiscal le espetó irónicamente: debe
ser una santa a lo que Vidaurre repuso: o
mejor, una víctima2,3.
La Audiencia le redujo la condena a 4 años de
servicio en el Hospital San Francisco de Paula de La
Habana, vistiendo traje propio de su sexo, para
después salir del territorio español. Fue éste el
primer Hospital cubano en el que una médica ejerció
su profesión2,3.
Esta condena implicó un desplome total de su vida,
convirtiéndola de pacífica y bondadosa en irascible
y pendenciera. Intentando escaparse del hospital y
por sugerencia episcopal, fue trasladada a la Casa
de Recogidas de San Juan de Nepomuceno de La Habana.
Fueron tantas las reyertas que allí generó que
terminó siendo embarcada hacia los Estados Unidos2,3.
La escueta nota de las autoridades coloniales
cubanas decía: Enriqueta Faber Caven. Nacida en
Lausana, Suiza, en 1791. Súbdita del rey de Francia.
Ha cumplido cuatro años de reclusión sirviendo en el
hospital de Mujeres de La Habana. Ha cometido los
siguientes delitos: perjurio, falsificación de
documentos, soborno, incitación a la violencia,
práctica ilegal de la medicina, impostura (fingir
que pertenece al sexo masculino), estupro y graves
atentados contra la institución del matrimonio. Se
le ha prohibido residir en Cuba y en cualquier otro
dominio de la Corona española. Queda a disposición
de las autoridades de Nueva Orleans2,3.
El 31 de julio de 1844
viajó hacia Nueva Orleáns (Luisiana) donde se
recluyó y prestó servicios de enfermería en la
sociedad “Organización de la Caridad”. Identificada
con su postulado católico, adoptó los hábitos con el
nombre de Sor Magdalena. Donó parte de su caudal a
los pobres de solemnidad y llegó a ser Superiora de
la Congregación3.
En el año 1844, habría
viajado en calidad de misionera a Veracruz, México,
luego habría fundado en Guadalajara la Filial de la
Congregación a la que pertenecía para regresar, por
último, a Nueva Orleáns donde habría fallecido a la
edad de 65 años. Para otros autores, desde su
llegada a Nueva Orleáns su rastro se pierde3,4.
Juana, por su lado, ocho
años después del suceso y en la propia ciudad de
Baracoa, contrajo matrimonio con Don Eduardo Miguel
Chicoy, un señor de indubitable virilidad3,4.
Contra lo que puede suponerse, el caso de Enriqueta
Faber distó de ser
insólito ya que varias mujeres,
aún
antes de ella, sirvieron en la guerra y sólo se supo
que lo eran cuando las herían, llegaban al hospital
y les quitaban la ropa, o bien durante su autopsia,
como aconteciera con otra médica de la época
travestida de hombre: Miranda Stuart Barry1.
Primera mujer médico
de Cuba legalmente autorizada por el Protomedicato
de la Habana fue pionera del movimiento feminista en
el mundo y en la isla. El Dr. Roig
(1965) remata su historia con estas palabras:
Después de haberlo meditado mucho y de haber
sometido vuestra conducta al crisol de mi conciencia
honesta y al escalpelo de mi austero carácter, os
absuelvo completamente y sin reservas2.
Logró mantenerse fiel a sus ideales, vivir con
autenticidad y luchar contra los prejuicios sociales
de su época. Este personaje real, muy poco conocido
en Cuba y prácticamente desconocido en el resto del
mundo, fue descubierto por Benítez Rojo hace 20 años
mientras ojeaba las crónicas antiguas de la ciudad
de Santiago de Cuba4. Ahora se ha convertido en un
personaje con gran repercusión en el ambiente
cultural cubano4.
Cabe agregar que, además de Enriqueta Faver, otras
mujeres fueron forzadas a practicar eonismo o
travestismo masculino para cursar estudios
universitarios. A guisa de ejemplo citaremos dos
médicas: la estadounidense
Mary Edwards Walker (1832-1919) y la norirlandesa
ya citada James Miranda Stuart Barry
(posiblemente Miranda Stuart) (1795-1865),
y una abogada: la española Concepción Arenal
(1820-1893)1.
Ninguna de ellas, salvo Faber, ha sido rescatada por
el cine.
Enriqueta Faver en el cine
Una de las ramas más fuertes y prolíficas del cine
cubano de los últimos 40 años han sido los cortos y
los documentales, lo que explica que las
vicisitudes faverianas fueran plasmadas en el corto
Enriqueta Faber, filmado y estrenado en 1998.
Escrito y dirigido por la licenciada Lídice Pérez
López, se inscribe en la categoría de cortometraje
(15 minutos). Fue interpretado por Esther Fernández en el
rol de Enriqueta y por Gisela Vilaboy como Juana. La
música original le perteneció a Adrián Torres, las
cámaras estuvieron a cargo de Dagoberto René Loys y
David Rabelo, correspondiéndole la edición a Jesús
Otaño. El filme es cubano, hablado en español y fue
patrocinado por la Escuela de Radio, Cine y
Televisión del Instituto Superior de Arte (ISA) de
Cuba5.
Este corto ganó el primer lugar en ficción en el XXV
Festival de Cine Clubes celebrado en 1998 en Santa
Clara (Cuba).
En 2004, Lídice Pérez López amplió la primera
versión en un video documental de 28 minutos (medio
metraje) titulado Favez en soporte Beta SP,
hablado en español, cuyo papel principal lo jugó
Graziella Torrigiani (formada en Lausana, Suiza,
coincidente con el lugar de nacimiento de Henriette)
mientras que el de Juana estuvo a cargo de Tamara
Melián6.
Este video fue presentado en varios festivales. El
26º Festival Internacional del Nuevo Cine
Latinoamericano La Habana (Cuba) diciembre 2004 (el
más importante en su tipo dentro de Latinoamérica).
En el
7th Annual Miami Gay & Lesbian Film Festival,
presentado por Sundance Channel y Comcast. Miami (EEUU)
abril-mayo 2005. En el Festival Latinoamericano de
Cine y Video (CINESUL). Rio de Janeiro (Brasil)
junio 2005. En
el
Festival Cinema
Latinoamericano.
Trieste (Italia) octubre 2005. En la 7ª Edición del
Festival Filmar en América Latina (Berna, Suiza)
noviembre 2005 (subtitulada en francés)... Su
sinopsis reza: Cuba, 1823. Un proceso
escandaloso ocupa los espíritus de los habitantes de
Santiago de Cuba: “el caso de la mujer-médica”.
Relato de la vida de Henriette Favez, de origen
suizo, primera mujer médica en Cuba, quien –para
practicar su profesión – se travistió de hombre.
Una referencia crítica de interés sobre el filme
Favez puede hallarse en un artículo firmado por
Sophie Balbo en 20047.
Por otra parte,
entre los proyectos apoyados por Cinergia (Fondo de
Fomento al Audiovisual de Centroamérica y el
Caribe) se encuentran:
- En 2004 el
desarrollo del guión de Crimen inocente de
José Ramón Marcos (Cuba), cuya sinopsis es:
Una mujer,
Enriqueta Faber, para estudiar y ejercer la
medicina, se hace pasar por hombre. La necesidad de
ocultar su condición femenina entra en contradicción
con su lealtad a la profesión y sus deseos como
mujer. Descubierto el secreto, las convenciones
sociales no perdonan su atrevimiento y la destruyen
como profesional y como mujer.
-
En 2007 el desarrollo del guión de ficción
Enriqueta o los últimos días de un hombre de
Patricia Ramos (Cuba) cuya sinopsis es: Siglo XIX.
Una mujer extranjera, y médico, Enriqueta, se hace
pasar por hombre al llegar a un pequeño pueblecito
en el oriente de Cuba. Todo transcurre feliz hasta
que la decisión de casarse con otra mujer y al mismo
tiempo tener un amante hombre hace que estalle el
escándalo8.
A modo de colofón, valoramos a este tema y a estas
iniciativas cinematográficas como de alto interés
para debatir no sólo la dura historia del acceso de
la mujer a los estudios formales en general y
universitarios en particular sino para abordar la
problemática de género y relacionar esta vida
singular con sus recreaciones cinematográficas,
varias literarias y teatrales.
En suma, potenciando
la conocida y fecunda relación entre la enseñanza y
el cine9,10.
Referencias
1.- Carrera
LI: Elección de la carrera médica por parte de las
mujeres en la Universidad Nacional de Rosario. Tesis
de Maestría en Educación Universitaria. Facultad de
Humanidades y Artes. Rosario: Universidad Nacional
de Rosario; 2008.
2.- Roig de
Leuchsenring E. Médicos y medicina en Cuba:
historia, biografías, costumbrismo. La Habana: Museo
Histórico de las Ciencias Médicas Carlos J. Finlay;
1965. p. 31- 49.
3.- López
Martínez M. La primera médico en Cuba, ¿leyenda o
realidad? Avances Médicos de Cuba 1998; 5(15):58-59.
4.- Benítez
Rojo A. Mujer en traje de batalla. Madrid:
Alfaguara; 2001.
5.-
Enriqueta Faber (1998) [base de datos en Internet].
The Internet Movie Database. [citado 25 julio 2007].
Disponible en:
http://spanish.imdb.com/title/tt0482947/
6.- Favez
(2005) [base de datos en Internet]. The Internet
Movie Database. [citado 25 julio 2007]. Disponible
en:
http://spanish.imdb.com/title/tt0470755/
7- Balbo S.
Henriette Favez, travestie vaudoise qui fascine
Cuba. Latitudes 2004 [citado 25 julio 2007].
Disponible en:
http://largeur.com/expArt.asp?artID=1706
8.-
Cinergia: Proyectos apoyados
[pagina Web en Internet]. San José de Costa Rica:
Fondo de fomento al audiovisual de Centroamérica y
el Caribe [citado 25 julio 2007].
[Alrededor de 21p.].
Disponible en
http://www.cinergia.org/2008/proyectos_apoyados.html
9.- Loscos
J, Baños JE, Loscos F, de la Cámara J: Medicina,
Cine y Literatura: una experiencia docente en la
Universitat Autónoma de Barcelona. Rev Med Cine
[serie en internet]. 2006 [citado 10 octubre 2007];
2(4):138-142: [5 p.]. Disponible en:
http://www.usal.es/~revistamedicinacine/
Volumen_2_1/n4/esp_4_pdf/med_lit_cine.pdf
10.- Capeletti GL, Sabelli MJG, Tenutto MA. ¿Se
puede enseñar mejor? Acerca de la relación entre el
cine y la enseñanza. Rev Med Cine [serie en internet.
2007 [citado 28 septiembre 2007]; 3(3):87-91: [5 p.].
Disponible en
http://www.usal.es/~revistamedicinacine/Vol_3/3.3/esp.3.3.pdf/ educ.pdf