Enriqueta Faber

Enriqueta Faber
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NombreFavez Cavín, Henriette
Nacimiento1 de abril de 1791
ciudad de Lausana,
Suiza Bandera de Suiza Suiza
Fallecimiento1845
ciudad de Nueva Orleans,
estado de Luisiana,
Estados Unidos Bandera de los Estados Unidos de América
Nacionalidadsuiza
Otros nombresEnrique Faber
Ciudadaníasuiza
Ocupaciónmédico
CónyugeJuan Bautista Renau

Enriqueta Faber (Lausana, 1791 - Nueva Orleans, 1845) fue una médica suiza. Fue la primera mujer que ejerció la medicina en Cuba (aunque vestida de hombre. Fue pionera en la posición de la mujer y sus posibilidades de derechos en el siglo XIX.

Síntesis biográfica

Muy pequeña quedó huérfana a cargo de un tío, coronel de un regimiento del ejército francés. Se casó muy joven con un oficial del regimiento de su tío, Juan Bautista Renaud, con quien tuvo un hijo que murió a los 8 días de nacido. En esa época, Napoleón Bonaparte era emperador de Francia, y Enriqueta marcha con su tío y su marido a la guerra con Alemania, donde este último muere en una batalla.

Contaba entonces 18 años y de acuerdo con su carácter independiente, abandonó a su tío y se fue a París. Deseosa de ganarse la vida por su propio esfuerzo, decide vestir de hombre y estudiar cirugía en París, bajo el nombre de Enrique Faber, recibiéndose de cirujano.

Trayectoria laboral

Ya graduado, ejerce durante corto tiempo en la residencia de la emperatriz Josefina. Lo que es un misterio de tantos en la vida de Enriqueta, es que abandona un empleo sin riesgos, para lanzarse a los horrores de la guerra con los ejércitos que trataban de conquistar a Rusia. Allí encontró a su tío y con él tomó parte en la campaña, asistiendo a los heridos.

Luego pasó a España, murió su tío y fue hecha prisionera en Miranda, logrando escapar sin que se descubriera su sexo. Harta de guerra y de muerte, abandona Europa. Desea cumplir, además, la voluntad del moribundo: buscar a la baronesa. Tras ella, el médico viaja en 1816 a la antilla francesa islas de Guadalupe y ejerce su profesión en Fort Louis. No encuentra a Margarita, quien entusiasmada por la prosperidad de los cafetales cubanos se había trasladado a Santiago de Cuba. Enriqueta, sin cambiar la vestimenta de hombre, porque ya estaba acostumbrada y le permitía desempeñarse como médico, que era la única forma en que una mujer podía hacerlo en los comienzos del Siglo XIX, decide trasladarse al Oriente cubano.

El día 19 de enero de 1819 llega a la ciudad de Santiago de Cuba, a bordo del velero “La Helvetia”. No demoró en la ciudad, ya que prefería un lugar recóndito donde despertara menos curiosidad su aspecto delicado, por lo que escogió a Baracoa.

Sin embargo, ni siquiera allí escapó a las presiones sociales. Su soltería, aire de mundo y capacidad profesional debieron resultar muy atractivos a las casamenteras locales. Antes de rechazar a alguna señorita de sociedad, Faber optó por lo que parecía la solución ideal, proponerle matrimonio a una joven huérfana y muy pobre que padecía de tuberculosis, que según dijo después “le inspiró desde el primer momento una lástima sincera. Pensé que podría ayudarla, y ella a mí. Le expliqué que viviríamos como buenos amigos, porque estando ella tan débil y enferma no debía someterse a las obligaciones maritales. A todo dijo sí.”

El 11 de agosto de 1819 el cura párroco Don Felipe Salamé unió a la pareja en matrimonio, acto que reflejó la prensa santiaguera de la época y que quedó asentado en el libro de matrimonios de blancos. Era el comienzo de una larga cadena de acontecimientos que llevarían a “Mesie Erniquito”, como se le conocía, a un conflicto total. Mientras tanto, Juana de León se reponía con la buena alimentación, medicinas y los cuidados médicos. Los primeros meses de matrimonio transcurrieron tranquilamente y con felicidad para ambos. Juana, ya convaleciente, no se conformaba con su pasivo papel de amiga y ante las esquiveces de su marido se volvió huraña y sombría, comenzando a sospechar acerca de la verdadera identidad de su esposo.

El éxito profesional de Enrique, despertó la envidia de otros galenos de la localidad, quienes lograron le prohibieran practicar la medicina hasta que pasara las pruebas de rigor, porque se decía que su título era falso y que pertenecía a un pariente fallecido en las batallas de Napoleón.

Enrique emprendió el largo viaje a La Habana. Aseveran que el gobernador de la Isla, teniente general Juan Manuel Cagigal, lo recibió personalmente en su despacho y el 22 de marzo de 1820, Cagigal le otorgaba la carta de domicilio que le permitía residir y trabajar en cualquier lugar del país.

Un mes después el tribunal del protomedicato extendía su aval:

Por cuanto en nuestra audiencia y juzgado Enrique Faber nos hizo relación de haber practicado la facultad de cirugía, con maestro examinado, el tiempo previsto por la ley, de que dio información bastante, con documentos auténticos, le examinamos en teoría y práctica, en dos tardes, y haciéndole varias y diferentes preguntas sobre el asunto, a que respondió bien y completamente. Lo aprobamos y mandamos a despachar este título y licenciamiento como cirujano romancista para que en todas las ciudades, villas y lugares pueda ejercer.
Emilio Roig de Leuchsenring: La primera mujer médico de Cuba

Faber obtuvo, así mismo, el nombramiento de fiscal del protomedicato en Baracoa, que lo facultaba para velar porque los médicos del territorio poseyeran las cualidades profesionales requeridas. Los médicos criollos consideraron escandaloso que un extranjero recién llegado, de rostro barbilampiño, cara picada de viruelas y modales afeminados, esgrimiera tanta autoridad. Hubo protestas al tribunal del protemedicato. Después de eso hasta las menores acciones de Enriqueta provocaron acciones desmesuradas.

Juana ya sabía el secreto que ocultaba su esposo. La experiencia de convivir cual hermanas no resultó. En mayo de 1822, Enriqueta partió sola y fijó su residencia en el pueblo de Tiguabos.

En 1822, en la ciudad de Baracoa, ocurre algo que produce una gran conmoción social; se abre un expediente criminal en la Comisión de Asuntos Políticos contra una mujer por haber andado vestida con ropas masculinas y haber contraído y consumado matrimonio con Juana de León, la cual aduce que años antes, en 1819:

Me solicitó compromiso de matrimonio una criatura vestida de hombre, que se nomina Henrique Faber y se titula profesor de 74 E.I.A.L. Cirugía y dice ser natural de los Cantones de Suiza [...]
el matrimonio a que me reduje atenida a las circunstancias de orfandad y desamparo en que me veía, sin que me fuese posible sospechar los designios de [...]
Así fue que verificado nuestro enlace usó de mi persona de un modo ese mounstruo artificial que entonces no pude comprender: pero con todas las ocultaciones con que se manejaba en los primeros días que estuvo a mi lado, me hicieron sospechar, y por más que se esforzaba no pudo desvanecer mis inquietudes [...]
hasta que una vez en que creyéndome dormida se desnudó, pude descubrirle los pechos de una mujer [...]
los cuales eran conservados ocultos bajo de un ceñidor o faja. Este descubrimiento que no esperaba, le obligó a hacerme una confesión de su incapacidad para el estado conyugal: del instrumento de que se había valido para consumar su perversa maquinación; y aunque disfrazando siempre la verdadera causa de su impotencia se humilló hasta el extremo de proponerme las ideas más indignas de toda persona que conserva algún tanto de moralidad [...]
me ofreció desaparecerse a fin de que nadie supiese de su paradero, ni el público llegase a trascenderla [...]
Este desempeño me puso ya en la necesidad de solicitar la declaratoria de nulidad de mi matrimonio, y el castigo que merecen sus excesos para que sirva de escarmiento y en lo sucesivo no sacrifique a otra infeliz como a mí, haciendo escarnio de las más sagradas instituciones de nuestra augusta religión, y del orden social.
Juana de León, esposa de Enriqueta[1]

Prisión y proceso judicial

Los rumores acerca de su feminidad lo siguen. Unas palabras indiscretas de su lavandera revuelven los ánimos. Desesperada comete grandes errores, pretende demostrar virilidad buscando la compañía de gente soez amiga del alcohol, y enzarzándose en disputas. En enero de 1823, Juana de León, o verdaderamente ofendida o simplemente temiendo a la justicia, pidió la anulación del matrimonio y presentó querella criminal contra Enriqueta Faber, mediante el licenciado Garrido, que había sido el padrino de la boda.

Enriqueta fue presa en febrero y se ordenó el reconocimiento de su género por parte de médicos, lo que ella trató de impedir confesando su verdadero género, pero el examen se realizó. En la cárcel trató de envenenarse por haber llegado hasta ella el rumor de que se le iba a pasear desnuda por las calles. En junio de ese año un tribunal de Santiago de Cuba dictó sentencia, condenándola a 10 años de prisión en la Casa de Corrigendas, situada en La Habana, y posteriormente ser deportada a cualquier punto en el extranjero.

Apeló de esta sentencia a la audiencia de Puerto Príncipe, escogiendo como defensor al licenciado Manuel Vidaurre, quien se interesó por ella. De su brillante informe son estos párrafos:
―Enriqueta Faber no es una criminal. La sociedad es más culpable que ella, desde el momento en que ha negado a las mujeres los derechos civiles y políticos, convirtiéndolas en muebles para los placeres de los hombres. Mi patrocinada obró cuerdamente al vestirse con el traje masculino, no sólo porque las leyes no lo prohíben, sino porque pareciendo hombre podía estudiar, trabajar y tener libertad de acción, en todos los sentidos, para la ejecución de las buenas obras.
Qué criminal es ésta que ama y respeta a sus padres que sigue a su marido por entre los cañonazos de las grandes batallas, que cura a los heridos, recoge y educa a los negros desamparados y se casa nada más que para darle sosiego a una infeliz huérfana enferma?
Ella, aunque mujer no quería aspirar al triste y cómodo recurso de la prostitución...
En este momento el fiscal interrumpió irónicamente y dijo:
―¡Debe ser una santa!
El defensor repuso rápidamente:
―O, mejor: una víctima.

La audiencia le rebajó la condena de 10 a 4 años de servicio en el Hospital de Paula, en La Habana, vistiendo traje de mujer, y que después saliera deportada del territorio español.

Esta condena significó el desplome total de su vida, convirtiendo a la pacífica y bondadosa Enriqueta Faber en irascible y pendenciera. Por tratar de escaparse del hospital, se le envió a la casa de recogidas “San Juan Nepomuceno” y posteriormente por intervención del obispo de Espada, fue deportada a los Estados Unidos. (Algunos autores plantean que Enriqueta al venir a La Habana, se había confesado con el Obispo de Espada, pero realmente no existen evidencias de tal entrevista, solo lo que aparece en las novelas escritas en torno a esta mujer).

No son pocos los casos de mujeres que en siglos pasados para poder ejercer la profesión escogida, tuvieron que vestir ropas de hombre; pero ninguna ha sido objeto de tantas y tan diversas y controvertidas opiniones como es el caso de Enriqueta Faber. Sus historias bastantes conocidas por las novelas que entorno a su vida se han escrito, por la curiosidad y a veces también por las intrigas y el escándalo que se suscitaron en su época por el proceso judicial que se le llevó a cabo en Santiago de Cuba, han desvirtuado la imagen de esta mujer que indiscutiblemente, no sólo fue médico, sino según reza en los documentos del proceso, muy capaz en su profesión.

Muerte

Existen diferentes versiones de lo que le pasó después, unos dicen que apenas salió de la colonia española mantuvo el género masculino, y que fue conocido en Estados Unidos como «El Doctor Suizo». La versión más aceptada es que en 1844 se dirigió al puerto de Veracruz (México) vestida con el hábito de las Hermanas de la Caridad, respondiendo al nombre de sor Magdalena, y trabajó en un convento como portera. Después pasó a la ciudad de Nueva Orleáns, donde acabó santamente sus días asistiendo a los enfermos. (No obstante no existen evidencias concretas de ninguna de las dos versiones.

Lo cierto de esta triste historia, es que Enriqueta Faber, fue la primera mujer médico que ejerció la medicina en Cuba, autorizada legalmente por el tribunal del Protomedicato de La Habana a ejercer como médico cirujano romancista, y puede también considerarse pionera del movimiento feminista. No existe ni una sola imagen de esta mujer extraordinaria, pero han quedado los documentos del juicio que se celebró en Santiago de Cuba, los documentos que en 1820 emitió el tribunal del Protomedicato que la examinó y un buen número de novelas, obras de teatro, biografías y una película cubana que se presentó en el Festival de Cine de La Habana en el año 2000 bajo el título Insumisas.

Bibliografia

Fuentes