CAMAGÜEY.- Afi rma la voz popular que los años bisiestos son de poca fortuna, incluso, los supersticiosos los asocian con el hambre y las enfermedades. Este 2020 se ha empeñado en presumir de tal condición. Comenzando el noveno mes ya deja por detrás una lista de calamidades mundiales difíciles de superar. Los pésimos resultados de la ganadería en Camagüey, locomotora de ese renglón económico en Cuba, se inscriben en la retahíla de infortunios.

Más de 13 millones de litros de leche deben a la industria (al cierre de agosto) los pecuarios de esta región. Alarma que luego de dos años (2018 y 2019) de récords productivos con más de 90 millones de litros, en el presente a todo exprimir las ubres podremos aproximarnos a los 75 millones; de un compromiso inicial de 88 millones 691 200.

Quienes pusieron todas sus esperanzas en disminuir las deudas durante el pico productivo de la campaña lechera de primavera, que se vive tradicionalmente del 15 de julio al 15 de agosto, vieron deshechas sus aspiraciones y aplanadas sus curvas con la ausencia de las lluvias en junio. Dichas precipitaciones resultan fundamentales en la recuperación de los pastos y de los reservorios de agua, pues por la carencia de infraestructura y su deterioro, la ganadería en la provincia depende para su supervivencia de las bondades de la naturaleza.

Aseguran los entendidos que ahora se registran los peores acumulados en el último decenio. De los 13 municipios de la provincia solo cumplen con las cifras pactadas Sierra de Cubitas y Céspedes, mientras que territorios como Guáimaro, Sibanicú, Jimaguayú y Camagüey lideran el pelotón de los rezagados.

Si bien la producción del importante alimento constituye una prioridad, en el escenario económico actual —afectado por la pandemia— se multiplica su interés. De allí que las máximas autoridades del Partido y el Gobierno en el territorio conducen junto a la delegación provincial del Ministerio de la Agricultura (Minagri), acciones para evitar su desvío al mercado negro e impulsan la búsqueda de alternativas en cada base productiva para acopiar más.

En las condiciones actuales cada litro cuenta. En ese sentido es importante alertar para que en el aprieto por disminuir incumplimientos no se tomen decisiones que afecten la masa: como someter a doble ordeño a ejemplares sin reservas físicas para ello o alargar el tiempo de extracción más allá de los 270 días, lo que traerá como resultado que se comprometa la próxima gestación y por ende la lactancia de 2021.

Importante resulta exigir, chequear la entrega en cada base productiva, porque persisten reservas; los 291 productores que entregan de forma intermitente constituyen una muestra de ello. Hay que salir del espacio de la reunión e ir hasta las unidades y las fincas; acompañar en las soluciones a los guajiros y vaqueros y desenmascarar las causas de los resultados actuales.

Sin un buen manejo del ganado ni atención a la reproducción no puede haber producción. Como el efecto dominó: si la vaca tiene hambre y sed no cae en celo, no se reproduce y no hay leche. Por otro lado, en el caso que viva su ciclo estral y no se le detecte a tiempo para inseminarla o someterla a la monta, tampoco habrá nacimiento, ni leche.

Los indicadores de eficiencia muestran muchas deudas. Por ejemplo, de las 161 449 vacas en reproducción, se ordeñan 74 995 (46 %) y del total de hembras (vacas y novillas) en capacidad de reproducción solo está en el programa de inseminación artificial el 34 %; y de ellas el 31 %, vacías. En el sector campesino, el cual posee el 80 % de los animales, se insemina nada más el 23 %; el resto, con monta libre, en muchos casos con ejemplares sin buenas condiciones genéticas.

El deterioro de la masa es una alarma constante en la provincia. Hasta el mes de julio se reportan un total de 29 407 muertes, con 4 212 más que al cierre de 2019 y el 58 % de ellas, por desnutrición. Para que se tenga una idea, si un animal deja de beber agua por 24 horas pierde el 10 % de su masa corporal y en 72 horas está en situación de depauperación.

Mucho se ha cacareado la necesidad de sembrar alimentos para el ganado y crear condiciones para asegurar el líquido vital, pero de lo dicho al hecho hay un buen trecho. Solo el 9 % de las unidades dedicadas a cría bobina en la provincia cumplen con los requisitos de bioseguridad. El resto padece de alta infestación de marabú en los potreros y signos de sequía, según el Departamento de Sanidad Animal del Minagri.

¿Qué ganadería puede desarrollarse en esas condiciones? Es cierto que hay limitaciones de recursos y económicas, pero urge buscar alternativas y tomar decisiones al respecto. No se pueden otorgar tierras para la cría de ganado sin tener condiciones, hay que rescindírselas a quienes no cuidan de su rebaño o no tienen con qué mantenerlo. Mientras la multa ante la muerte de un animal por causa prevenible sea de 30 pesos en moneda nacional y no se le aplique responsabilidad material, no va a cambiar tan triste panorama.

Los malos resultados que muestra en el 2020 la ganadería en la provincia no son por causa de la “maldición” de los años bisiestos, sino por el deterioro de los rebaños y el mal manejo integral de los mismos. En verdad hay buenos ejemplos, pero constituyen minoría. Ojalá que este “tocar fondo” signifique un punto de partida para una etapa de recuperación. Lo necesitan Camagüey y Cuba, lo merece una región de genes ganaderos. Fácil no será, pero imposible tampoco.